Editorial
Ojalá
A partir del triunfo, apabullante sin ninguna duda, del uno de julio próximo pasado de Andrés Manuel López Obrador, comenzó a crearse una atmósfera nacional de júbilo por un lado, pero también de incertidumbre entre algunos sectores que no votaron por el hoy virtual presidente electo.
Aun así, se alegraron por al menos dos cosas: que se respetara la elección mayoritaria de los votantes y que se abriera la posibilidad de un cambio en el país con base en el cumplimiento de al menos una parte de la oferta política de quien gobernará al país a partir de diciembre próximo.
Después de los comicios, y ante la evidencia total del avasallador triunfo comicial de López Obrador, a quien también lo blindaron por si las dudas en las cámaras legislativas, crece la expectativa, no exenta de incertidumbre, sobre cuál será la verdadera naturaleza de su gobierno, pero sobre todo si las medidas que ha anunciado harán una diferencia en beneficio del país, que tanto ha esperado.
Me parece que este segmento electoral, quizá el más ecuánime del país, si bien no votó ciegamente por López Obrador, si lo acepta como el presidente legítimo del país. Lo observa, de manera coherente y me parece que objetiva, como un hombre político que puede concretar un cambio favorable para el país tras una serie de gobiernos fallidos o insuficientes en sus resultados.
De esa perspectiva surge entonces un enfoque pragmático, objetivo y racional, pero sobre todo esperanzador. Surge el “ojalá” que López Obrador haga un gobierno decente, positivo y favorable al país con base en el cumplimiento de sus promesas de campaña.
Y sí, hay quienes nos pronunciamos por el “ojalá” y que todo se alinee, la acción en primer lugar, para que el gobierno decidido y respetado en las urnas haga bien las cosas.