Tradiciones mexicanas – Entre vivos y muertos

31 octubre, 2017 en

Tradición mexicana

Tradiciones mexicanas

Entre vivos y muertos

 

ANMEX: Cristina Flores Cepeda

La feria del hueso, como es conocida en México la visita a los panteones los días 1 y 2 de noviembre, se llena de colorido y olor.

El colorido entre las flores y los olores en los puestos de antojitos mexicanos que se colocan alrededor de los Camposantos. Sobra decir que las familias deben acudir con dinero porque nadie puede sustraerse a esa mezcla de encanto gastronómico.

A través de la historia diversas culturas han generado creencias en torno a la muerte de los cuales se han formado ritos y tradiciones ya sea para venerarla, honrarla, espantarla e incluso para burlarse de ella. Conocido como un país rico en cultura y tradiciones, nuestro País ha llegado a conformar su identidad como nación en la concepción y creencias que se tiene sobre la muerte.

Hoy en día, la celebración del Día de Muertos forma parte de una creencia que tiene sus raíces en el mundo mexica e hispánico. El origen de los rasgos mexicas forma parte de una creencia donde la muerte es vista como un despertar y como un renacimiento al otro mundo.

Por otro lado, el rasgo cristiano, adquiere el matiz religioso del “buen morir”, por medio de servicios, oraciones y vigilia. Los españoles celebraban comidas familiares y llevaban a cabo misas para colocar ofrendas sobre las propias sepulturas.

La visita a los panteones

Ambas perspectivas –México prehispánico y colonial-, cobran importancia en el mundo moderno, a través del culto a los muertos los días 1y 2 de noviembre. Los españoles trajeron sus propias celebraciones cristianas.

Al convertir a los nativos al catolicismo, se mezclan las tradiciones al coincidir el Día de Todos los Santos y Todas las Almas con el festival mesoamericano creando el actual Día de los Muertos.

Una tradición que materializa la creencia mexicana de celebrar el Día de los Muertos es la “ofrenda”.

 

La idea de la ofrenda consiste en obsequiar a los difuntos, comida y bebida. Esta tradición nace de la era mesoamericana en donde se creía que las almas de los difuntos viajaban a un lugar después de la muerte. Pero este viaje se creía era largo y difícil lo cual requería que los difuntos fueran enterrados con algunos objetos esenciales para un viaje seguro.

Entre vivos y muertos

Hoy en día, estas fechas se enfocan en la tradición de recordar a los difuntos por medio de ofrendas, altares y regalos. Algunas creencias derivan la presencia de los cuatro elementos esenciales de la naturaleza: tierra, viento, agua y fuego; así como otros elementos que expresan la dualidad de la vida y la muerte de la existencia humana:

Representada por los frutos que alimentan a los muertos, se observan frutos de temporada como calabazas, tejocotes, mandarinas, naranjas y caña de azúcar.

Es indispensable el copal y el incienso por la creencia de que el humo se esparce por el aire, marcando “caminos” para los difuntos.

Puesta en una jarra o en un recipiente, las almas calman su sed con agua fresca después de un largo viaje que los transporta hasta su altar.

Fuego. Las velas se encienden para que las almas sean recordadas. Por lo general son colocadas cuatro cirios o veladores que representan los cuatro puntos cardinales para orientar a los espíritus durante su viaje.

Los altares de muertos

Las flores de cempasúchil. Esta flor tradicional color amarillo se da en temporada y tiene un olor particular que remite al día de los muertos. Se acostumbra esparcir sus pétalos en la puerta de la casa y alrededor de la ofrenda para orientar el alma del difunto.

No deben faltar las calaveras de dulce; elaboradas en diferentes tamaños se preparan disolviendo el azúcar en agua hasta obtener un jarabe muy espeso que se vierte en los moldes.

Cuando el azúcar se seca, la masa es decorada, coloreada y recortada con papel brillante.

Objetos y recuerdos que hayan pertenecido al difunto, tales como artículos personales, fotografías, y herramientas de trabajo que hagan sentir más cómodo al difunto en su regreso a casa.

El petate ofrece descanso y el banquete se complementa con pan de muerto, panes redondos y de color rosado, que junto con las cañas simbolizan los huesos de los occisos.

Se colocan en los hogares

Platillos típicos, representados por las características de la región, destacan lo mejor de la cocina mexicana, tal como el mole, frijol, tortillas, chocolate, pozole, café, guajolote, y otros dulces típicos.

Aunque muchas familias mexicanas ya no tienen altares personales en casa, las ciudades del país observan esta tradición única y es reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

En un inicio, los mexicanos sepultaron a los difuntos en tumbas en el interior y en los atrios de las iglesias.

En el cristianismo, los sepulcros han sido concebidos como lugares de tránsito donde los restos mortales esperan pacientemente el Día del juicio final.

Entre los antiguos mexicanos se realizaban significativos rituales alrededor de la muerte, los cuales impresionaron tanto a los primeros conquistadores que, a través de la evangelización, introdujeron nuevas ideas, dando lugar a un sincretismo religioso muy marcado.

La visita a los panteones es obligada, caminando entre tumbas donde se observan arreglos desde sencillos hasta sofisticados.

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