Enviado por Miguel A. López.-
En la mesa del casino están sentados dos de los tres; Estados Unidos y México, la silla de Canadá aún está vacía, dicen que el invitado si llegará.
Parece que no le queda de otra, sus pares gringos y mexicanos le “mataron el gallo en las manos” a los de la hoja de maple, lo que les hacía falta para desatorar el TLC versión 2.0 ya quedó y pronto, de la mano de los especialistas, iremos descubriendo las bondades de la letra chiquita de dicho acuerdo.
Todo indica que el equipo de Trump gana, se lleva la bolsa de los logros proteccionistas y tendrá que presumir a sus electores. De aterrizar el nuevo TLC se iría a 16 años como fecha de caducidad, claro, que si los Estados Unidos, (entiéndase el loco Trump) decide no continuar, lo puede hacer al año, argumentando razones de seguridad o cualquier disparate.
Lo de los autos, en reglas de origen deben manufacturarse el 75 por ciento en los Estados Unidos y en México y el 40 y 45 por ciento el contenido de los autos, (todas las chucherías que lleva el carrito, en los países en donde los trabajadores ganen 16 dólares la hora, o sea, nosotros no, excepto, tal y como mencionamos hace poco más de un mes, en México se comience a pagar un mejor salario a los trabajadores de las armadoras y todos los que participan en la creación y ensamblado de autopartes, pero como esto no es todo el TLC, falta saber que sucederá con los capítulos agroalimentarios, ahí Canadá juega y fuerte, pues es una potencia seria en materia de campo y alimentos.
Hasta ahí luce este bonito regalo, que con un moño muy lindo se pretende anunciar como el gran acuerdo de salida de esta administración.
Sin embargo, y con todo y los méritos del equipo negociador mexicano, falta que se replantee la madre de todas las deudas; lo que produce nuestro campo, lo que comemos y la necesaria activación de la maquinaria agrícola mexicana para ir reconquistando nuestra soberanía en el campo.
La tarea tocará al siguiente gobierno, uno que esperamos posea una visión mucho más nacionalista y que permita potenciar a los agricultores, ganaderos, pescadores mexicanos.
Estados Unidos posee los mayores programas paternalistas hacia sus agricultores, el gobierno de Washington juega recio y ha logrado blindar su castillo alimentario.
Claro que importan muchos productos, pero no permiten que los saque de la balanza comercial entre lo que ellos producen, lo que compran fuera de sus fronteras.
En México estamos al revés, importamos mucho y esto se debe a que las políticas de Estado para proteger al agro nacional son meros paliativos, de programas débiles y sin un seguimiento puntual para obtener resultados de largo plazo.
El TLC y su concreción, puede ser una luz en un camino de incertidumbre, pero no nos generará ningún apoyo si continuamos llevando por encimita la delicada tarea de regresar nuestra potestad sobre nuestros alimentos.
Necesitamos regresar a ser una potencia capaz de alimentar a los propios mexicanos, sin necesidad de chantajes o castigos comerciales por parte del primer país proteccionista del mundo: Los Estados Unidos.
Entonces sí, con el estómago lleno y con comida en la alacena de nuestros hogares. Que viva el TLC.