Revista Top Secret – El Semanario de Coahuila – Editorial 1664

7 abril, 2025 en

Editorial

Reforma Judicial

Con la Reforma Judicial propuesta por el gobierno de la Cuarta Transformación pasa un poco lo mismo que con el tema de la compra y suministro de medicinas en el sector público.

Son iniciativas que buscan limpiar y mejorar un sistema corrupto e infestado de fallas, por uno más justo, eficiente y honesto en beneficio de la sociedad. El problema, como dejaron en claro los cambios en el sector salud, es que ha habido más prisa por desmontar el viejo sistema, que disposición en entenderlo cabalmente y planear el mejor cambio posible.

Soy de los optimistas que consideran que, a la postre, el gobierno será capaz de construir una estructura para el suministro de las medicinas mejor de la que existía antes, pero es evidente que con menos prisa y politización y más planeación.

Era imprescindible una Reforma Judicial, sin duda. El triunfo absoluto de Morena y aliados en las elecciones y la obtención de la mayoría constitucional en el nuevo Congreso, convirtió la reforma judicial en un trofeo al ganador.

Y con todo, sigo creyendo que, pese a sus problemas de forma y de fondo, el balance entre positivos y negativos está a favor de este proceso. ¿Por qué? Porque no se está viendo el impacto más profundo de esta reforma.

El mayor problema no es que la justicia en México esté plagada de corrupción, que no es poca cosa. Sino el hecho de que esta corrupción tiene un correlato social, impacta brutalmente a los de “abajo”. Además de la corrupción, la discriminación, el “racismo”, el tráfico de influencias, el clasismo y el machismo, provocan que la impartición de justicia haya sido profundamente desigual en términos sociales.

El pobre, el indígena, la mujer desprotegida, tienen muy pocas posibilidades frente a tribunales que invariablemente favorecen a los de arriba. Es un tema de corrupción, pero también de posición de poder, de visión del mundo del sector social al que pertenecen los jueces, de una justicia meritocrática en función de las diferencias que otorga un sistema que de entrada nos hace desiguales. ¿Qué oportunidad tiene un campesino o una mujer indefensa para que un juez local falle en contra de un terrateniente o un marido poderoso?. El sistema de justicia tiene reglas escritas y no escritas que funcionan para el tercio superior de la sociedad; un pleito o una gestión constituyen un incordio para cualquiera, pero para el desprotegido suele ser una condena.

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