Editorial
Qué Pena
Una frase de Sir Winston Churchill resuena en México, como rememorando los días aciagos antes de la Segunda Guerra Mundial: Están escritas para que ningún país cometa los mismos errores… nunca, antes muertos que humillados.
Así dicta la sentencia: “Quien se arrodilla para conseguir la paz, se queda con la humillación y la guerra”… Nosotros ya conseguimos la humillación, ahora tendremos la guerra.
Consecuencia obvia es que otras ciudades del país vuelvan a sentir los mismos estragos o peores de la delincuencia organizada que ya sabe el modo de pegarle a un gobierno que no opone resistencia y se hinca al primer embate.
El Estado de Derecho jamás puede ser substituido por un criterio personal de alguien que gobierna y gobierna mal y hoy da pena ajena escuchar las estupideces con que se pretende justificar la acción de dispendio.
Las payasadas de fuchi, guacala, pórtense bien, y de que los voy a acusar con sus mamas y sus abuelitas no hacen más que el Presidente de la República pierda todo el respeto que se le debe tener.
En campaña un candidato debe ser simpático y popular, pero ya como mandatario debe inspirar respeto, carácter y fortaleza para enfrentar cualquier situación con la inteligencia que amerita el caso.
Vivimos ahora en total ausencia de Poder de Estado, no tenemos Presidente, y sabemos, lo entendemos por consecuencia lógica que lo peor está por venir.