Editorial
Contando los Días
Termina un sexenio y terminan también etapas de muchas vidas mexicanas, algunas llenas de proyectos y otras más con la desilusión de lo que pudo haber sido y no fue, porque el tiempo es cruel y no perdona, menos a quienes ven llegar el final de sus días de gloria.
Los nuevos funcionarios, de cualquier nivel, cuentan los días que parecen lentos en su andar, ansiosos de ostentar un poder que como a la mayoría, los ciega, los enorgullece y los hace pensar que tienen su futuro asegurado, por eso han cambiado su modo de ver, de hablar de oír y hasta de caminar.
Tendrán nuevas amistades, nuevos lugares a donde ir, y desplazaran a viejos amigos que ahora les resultan incómodos, pero es lo natural, apostaron y la suerte les ha sonreído.
A los que se van, los días les corren más rápido, las manecillas del reloj tienen mayor velocidad y ahora están en el balance de lo ganado y lo perdido y en la mayoría de los casos la auditoría interna es aplastante, pues están peor que cuando llegaron.
La vergüenza de salir a la calle sin ser nadie pronto llegará, y las miradas y risas -que es lo que más cala- les abrirá la puerta de esa nueva etapa de la vida, en la que toca pagar el precio que en momento lo que ahora llegan harán lo propio.
No queda de otra, hay que tragarse el orgullo y ver si acaso los ganadores tienen alguna migaja de sobra, ya no para vivir, al menos para seguir aparentando ante la sociedad lo que fueron y ya no son.