Editorial
El Cambio
Una verdad inobjetable y segura en estos tiempos políticos del país tan inciertos: vienen cambios y muchos.
AMLO, a quien le falta cada día menos tiempo para asumir de manera formal la presidencia del país, ya desveló un número importante de cambios que pondrá en marcha a partir del uno de diciembre cuando el presidente Enrique Peña Nieto pase por el trago amargo de cederle la estafeta presidencial simbolizada en la banda tricolor.
Este hecho formal y simbólico será en sí mismo una expresión del cambio que se avecina. Doy por hecho que ni aún el presidente Peña Nieto imaginó nunca que le tocaría ver su relevo en la persona de López Obrador. Supo y aceptó sí que el tabasqueño lo relevaría si acaso dos meses antes de concretarse el triunfo de López Obrador.
A Meade le tocó la peor parte porque tuvo que seguir al frente de la campaña aun cuando sabía que todo sería en vano. Pero bueno, esto es ya parte de la historia.
Muchos dicen que los cambios serán para bien, otros no están tan seguros. La mayoría sin embargo apuesta o al menos espera que serán por el bien de México. Pero hay sectores que ya han pegado el grito en el cielo y de plano se han pronunciado ya en el ámbito público en contra de los planes del nuevo gobierno, que anticipan serán la ruina nacional.
Sostienen por ejemplo que la reducción de sueldos y salarios anunciados por AMLO será la debacle gubernamental y, peor aún, el caldo de cultivo para el advenimiento de una etapa nacional marcada por la peor de las corrupciones en las esferas públicas del país.
En este sector se encuentran igualmente quienes rechazan los planes de desconcentración gubernamental, en lo que prejuzgan la crónica de un fracaso anunciado. Y hay quienes creen “absolutamente imposible” la renuncia al saqueo de las arcas nacionales. Será???