*Más allá de sospechas y señalamientos
sin fundamento, el nuevo gobierno
enfrenta una crisis política que se puede
agravar peor con un eventual triunfo de
Morena en Puebla…se necesita oficio
Enviado por Andrés A. Aguilera.-
Desde el pasado 1º de julio, la vida política del país cambió de forma radical. Por un lado, se dio un triunfo avasallante de una fuerza política en una elección presidencial.
De este modo, Andrés Manuel López Obrador se volvió la figura política de mayor relevancia e influencia en el país, los miembros de su equipo de trabajo, comenzaron -de igual forma- a tomar las riendas de las dependencias que, en campaña les fueron asignadas.
La administración saliente abdicó de sus responsabilidades sin ceder el mando de las dependencias, la entrante llegó con bríos pero poco control sobre las estructuras burocráticas.
Con mucha astucia política, comenzó lo que los militantes del movimiento político de MORENA llaman la “Cuarta Transformación”, que -a su dicho- implica un cambio radical en la forma de ejercer el poder político y la utilización de las estructuras gubernamentales.
Llegan con ánimos y respaldados por la esperanza de millones de personas que confiaron en sus postulados, propuestas y proposiciones, mismas que dejaron prácticamente sin respaldo, a una oposición manchada por la corrupción y el alejamiento de la realidad de la sociedad.
La nueva administración comenzó realizando acciones que, si bien han sido altamente controversiales, también lo es que han contado con el respaldo popular.
Ya sea la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México; la edificación del Tren Maya, a lo largo y ancho del sureste mexicano; la reducción de salarios y prestaciones a los mandos medios y superiores de la burocracia federal; el incremento a las pensiones universales y la creación de nuevas; ninguna de éstas ha sido cuestionada por la mayoría de la población, por el contrario, se asumen como acciones de reivindicación social que -en mucho- han causado simpatía y empatía entre la población.
Sin embargo, y de forma por demás lamentable, hoy el Gobierno de la República enfrenta lo que se vislumbra será una de las crisis políticas del sexenio: el fallecimiento de la gobernadora del estado de Puebla, Martha Érika Alonso y su esposo, el Senador Rafael Moreno Valle, paulatinamente se está transformando en uno de los primeros -y más complejos- problemas políticos que enfrentará la llamada “Cuarta Transformación”.
Los resultados de la elección, así como las sentencias emitidas por los tribunales electorales, generaron tensiones públicas entre el titular del Ejecutivo Federal, su partido político y la finada política poblana, su esposo y el Partido Acción Nacional.
Lo beligerante de las declaraciones tanto del Presidente de la República como de sus correligionarios; las presiones y acciones realizadas por el Partido Morena en la Entidad y sus diputados en el Congreso Local, fueron detonantes de una resistencia de la oposición por perder uno de las pocas plazas ganadas en las urnas durante el pasado proceso electoral.
Este proceso mantenía su cauce institucional, hasta que ocurrió el accidente aéreo en el que fallecieron los políticos poblanos. Hoy, como era previsible, el escenario político es complejo.
La muerte de los políticos poblanos, por las condiciones de la misma, será motivo de sospechas y señalamientos por parte de la oposición a la mayoría morenista; las acusaciones -con y sin fundamento- aparecerán tanto en la arena pública como en las discusiones parlamentarias en las Cámaras; con lo que inicia una de las partes más duras del gobierno: afrontar las responsabilidades y asumir los costos políticos de los dichos y las determinaciones.