LOS PARTIDOS POLÍTICOS, en esencia, son instrumentos sociales creados para contender y alcanzar el poder de las instituciones de gobierno. En ellos, la disciplina es un elemento fundamental para lograr la cohesión y la fuerza electoral. Así se concretan estructuras eficaces y estrategias que consolidan resultados. La diferencia entre el éxito o el fracaso en el actuar de un instituto político es la capacidad de cohesionar y disciplinar a quienes los conforman y lograr que las estrategias funcionen.

 

PERO, REALMENTE, la cohesión y la disciplina solo son consecuencias de la fuerza de las convicciones y de los valores inculcados desde la doctrina de cada instituto político. Son visiones de país en las que sus militantes y simpatizantes coinciden y aspiran. Son programas de acción, políticas públicas y posturas concretas sobre temas controversiales. En pocas palabras: son las diferencias que distinguen y caracterizan a los partidos políticos y es la razón por la cual ganan afectos, simpatizantes y crean militantes.

 

EL TEMA IDEOLÓGICO pareciera estar sobrevalorado. En esta jornada electoral, el pragmatismo se ha impuesto sobre la historia y los principios enarbolados por los partidos políticos, al grado que otrora adversarios jurados e históricos, hoy coinciden en coaliciones electorales que, hace seis años, habrían sido calificadas como inimaginables. Otros han ignorado a su militancia y han postulado a quienes se autoerigen como “ciudadanos”, a partir de esta situación, de ser ciudadanos sin militancia, manifiestan ideas antagónicas a su ideario, principios e historia, al tiempo que proponen acciones que son contrarias -incluso- al actuar de quienes han representado a los partidos en los órganos parlamentarios.

 

EN ESTE CONTEXTO, ha habido voces de militantes distinguidos de diversas fuerzas políticas que se han pronunciado en contra de las posturas y postulaciones diversos candidatos, tanto a la presidencia de la República como a otros cargos de elección popular, en los que -no de la mejor manera- han manifestado su desacuerdo, tanto por su actuar público como por su propia postulación. Situación que ha llevado a las dirigencias de los partidos a pronunciarse, ya sea en la descalificación de sus declaraciones o bien, iniciando procesos de expulsión por haber violado sus estatutos.

 

ANTE ESTE ESCENARIO, cabe preguntarnos: ¿es justo y correcto que los partidos políticos sancionen a los militantes que critican o se pronuncian en contra del desempeño de aquellos candidatos que, por su sola candidatura, transgreden los principios de los institutos que los postulan?. ¿Es correcto expulsar a militantes que, durante su actuar público, han actuado con base en los principios e ideales que están en los documentos básicos, cuando han manifestado su disgusto o desacuerdo con las propuestas de candidatos que son antagónicas a la historia y postulados de los partidos que representan en las urnas?. Yo creo que no, pues ello debe ser parte de la congruencia que caracteriza a un militante convencido.

 

ES NECESARIO que, ante un escenario electoral tan complejo como el que estamos viviendo, los partidos y sus dirigentes detengan cualquier pretensión de sancionar a quienes disienten de las postulaciones y candidatos, pues no pareciera justo que se castigue quienes han representado y enaltecido a los institutos, por el hecho de privilegiar sus convicciones, ideas y principios a la disciplina. Hay que serenarnos, porque -en mucho- tras la jornada electoral, los partidos tendrán que recomponer muchas situaciones que hoy, por pragmatismo, han roto.

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