Enviado por Vladimir Galeana.-
Sin lugar a dudas lo que estamos viviendo con relación a la pandemia del coronavirus será un referente de lo que nunca se debió de hacer desde la esfera gubernamental.
Porque seguramente se relatarán la indolencia, la irresponsabilidad y el abandono que se hizo por parte del Gobierno Federal dejando a su suerte a los mexicanos de todas las latitudes que padecieron los horrores de la enfermedad.
Pero sobre todo de la mendicidad para evitar fijar una ayuda a los estratos más empobrecidos que muchas veces sus miembros tuvieron que mendigar en las calles para poder llevar un mendrugo de pan a sus hijos.
Y no es que no existiera el dinero para hacerlo, simplemente es que el Gobierno Federal a cargo de Andrés Manuel López Obrador, se desentendió de las condiciones de precariedad de millones de mexicanos al concentrar el dinero público para emplearlo como siempre, en dirigirlo hacia el rendimiento electoral antes que paliar los agobios de la carencia de empleo que generó el fenómeno sanitario.
Para decirlo de otra manera, se abandonó a su suerte a los ciudadanos, pero quienes más lo resintieron fueron aquellos que perdieron su trabajo por el cierre de empresas que se quedaron esperando los apoyos gubernamentales para mantener la base productiva en actividad.
Para colmo de males, se diseñó una estrategia para esconder las verdaderas cifras de los fallecidos, y no para evitar el pánico colectivo, sino tratando de minimizar la tragedia por los dislates cometidos por el Ejecutivo que al inicio aconsejaba irresponsablemente que nos abrazáramos y que saliéramos a la calle porque no pasaba nada, porque el coronavirus no era tan letal como se mencionaba en la mayor parte del mundo.
Por si eso fuera poco, el ejemplo de no usar el cubrebocas resultó extremadamente dañino porque sin lugar a dudas el Presidente de la República sigue teniendo una amplia base social que siguió sus indicaciones con resultados fatales en su mayoría.
No pretendo acusar al Presidente de la República, y mucho menos al estúpido vocero Hugo López Gatell, quien todos los días señalaba que no pasaría nada, tal y como se lo indicaba el inquilino de Palacio Nacional, pero las consecuencias fueron desastrosas.
Es más, con una sola vida que por su culpa se hubiera perdido, sería más que suficiente para fincarle un pliego de responsabilidad en la Secretaría de la Función Pública, donde la deleznable titular Irma Eréndira Sandoval seguramente lo hubiera desechado para satisfacer los dictados del irresponsable Andrés Manuel López Obrador.
Lo peor es que desde la esfera oficial se dedicaron enfáticamente a minimizar el saldo letal de la pandemia, y se maquillaron las cifras de las muertes que hasta ahora se han producido.
Mientras la esfera oficial señala un número aproximado de 160 mil, los conteos de distintas organizaciones señalan que superan los 300 mil, con lo que podemos constatar que desde la esfera pública se maquillaron las cifras todo el tiempo para evitar que los mexicanos conozcamos el desastre sanitario que estamos padeciendo y que seguiremos padeciendo porque hasta ahora no se avizora siquiera un atisbo de que a este país lleguen las vacunas que presuntamente se compraron.
Por desgracia, esa ha sido la mentira más perversa de los miembros de la mal llamada Cuarta Transformación, a quienes tampoco les ha importado el destino de los mexicanos infectados por el mal pandémico.
La colusión delincuencial ha sido generalizada porque a los principales miembros de la mal llamada Cuarta Transformación no les ha quedado de otra más que sumarse a la versión presidencial con tal de no ser defenestrados en su propio partido.
Mi respeto para la Senadora Lily Téllez quien ha sido de las pocas voces que ha puesto el dedo en la llaga, pero el grupo gobernante que ha causado un considerable daño a todos los mexicanos será juzgado por el tribunal de la historia, al igual que la infinita mendicidad de Andrés Manuel López Obrador. Al tiempo.