Por Elda Cantú.-
Alrededor de Vladimir Putin y su círculo cercano, Estados Unidos y sus aliados han levantado un cerco que les impide viajar, disponer de sus yates de lujo y mover algunos de sus activos financieros.
Alrededor de Rusia, Occidente ha construido un muro financiero que impide hacer transacciones con Visa y Mastercard, exportar gas y petróleo ruso y usar divisas extranjeras.
La idea es que estas medidas sirvan como incentivo para acabar con la invasión a Ucrania.
Pero, hasta el momento, las principales repercusiones de las sanciones económicas las viven con mayor dramatismo los ciudadanos de a pie, tanto en Rusia como en el resto del mundo.
Y es que, a pesar de la represión del gobierno de Putin, hasta el mes pasado los rusos gozaban de “una internet casi sin censura que daba una plataforma a medios de comunicación independientes, una industria tecnológica boyante y una escena artística de clase mundial.
Algunas comodidades de la vida de la clase media occidental -Ikea, Starbucks, automóviles extranjeros accesibles- estaban disponibles de manera extendida, una ciudad que ha acogido a miles de rusos que sienten que ya no pueden vivir en su país.
Como explicaba hace poco Max Fisher en su columna The Interpreter, las sanciones en realidad ponen a prueba la capacidad de resistencia de los gobiernos frente a la opinión pública de sus países.
¿Cuánto apoyo popular puede perder Putin, y cuánto van a perdonarle los oligarcas y las élites para proseguir con la guerra?.
Y, allende sus fronteras, ¿cuánto tiempo van a apoyar estadounidenses y europeos el castigo a Rusia antes de que la llegada de refugiados y el aumento en los precios de la gasolina y la calefacción les haga cambiar de opinión?
Alrededor de Rusia también se erige una barricada digital: informar sobre la guerra ahora es un delito que conlleva hasta 15 años de prisión; no hay acceso a Facebook, Netflix ni Twitter; Apple, Samsung y Microsoft se han retirado del mercado local.
Y, como informan Valerie Hopkins y Adam Satariano, las repercusiones de esas medidas pueden resultar contraproducentes.
Pero según analistas y críticos del presidente de Rusia, a Putin le viene bien un apagón informativo y que no se difundan posturas que pongan en duda el relato oficial del Kremlin sobre Ucrania.