Enviado por Miguel A. Lopez .-
Un Millón de vidas se perdieron por la Revolución Mexicana, diez años de sangría, semillas podridas que arrojaron miseria y mucha,
mucha hambre.
Antes, la Guerra de Reforma o la de Tres Años, dejó la estela de miles de muertos entre conservadores y liberales, la cicatrización, en ambos casos requirió del esfuerzo y conducción de líderes que tuvieron la energía y convocatoria para llevar a buen puerto sus intenciones.
Juárez y Plutarco Elías Calles emplearon la dureza de las leyes, Don Benito no titubeó para ordenar el fusilamiento de Maximiliano. El profesor Calles no se anduvo por las ramas y encapsuló a los caudillos.
La paz llegó por esas vías, ellos no consultaron, ahora, los tiempos han cambiado, López Obrador ha tomado la ruta de los foros, del abrir la discusión hacia la gente, el discurso de campaña sobre la amnistía a los criminales se ha ido desdibujando, irrealizable desde lo jurídico y de poco alcance para sanar todas las fracturas, se optó por los foros de paz, el Ciudad Juárez se presenta como uno de los primeros bocetos en la búsqueda para pacificar a esta Nación.
La tarea recae en dos personajes, la ministra Olga Sánchez Cordero y Alfonso Durazo Montaño. De doña Olga sabemos que posee altas credenciales por su formación jurídica y experiencia para darle cuadratura legal de la propuesta de Andrés Manuel.
Alfonso Durazo, trae los hilos de lo que será una nueva armadura policiaca y de investigación, pero ambos aspectos no serán suficientes sin la voluntad del próximo mandatario, traducida en todo un nuevo modelo legal, que entienda la naturaleza de esta guerra entre criminales y el Estado Mexicano, dos son las vías para su solución:
Uno: El empleo total de la fuerza del Estado, pasando por toda una reingeniería en los cuerpos policiacos. Es ir por los criminales a bayoneta y fuego, con tiros de precisión y amparados por un nuevo sistema de justicia que obligue a una real aplicación de las leyes. El camino sería largo y estaríamos frente a más muerte, más violencia. Lo que ya conocemos.
Dos: Avanzar en la legalización de las drogas, marihuana y amapola en principio, tal y como lo ha propuesta la ministra Sánchez Cordero, desactivar los factores que orillan a muchos mexicanos a entrarle a ese mercado de producción, habrá narcos que se resistan, a ellos no se les puede extender la mano, se les combatiría, con inteligencia y de quirúrgica manera.
Tampoco se les puede dar constancia de buena conducta a aquellos políticos que han protegido a estos criminales, entender que para la paz se le tiene que entrar a las páginas del “borrón y cuenta nueva”, perdón y para adelante, así ha sido en la historia de los grandes dramas nacionales.
Eso sí, para nadie debe quedar duda de que no se le puede dar el mismo trato a quien asesina o descuartiza; a quien siembra o vende droga, aunque se trate de la misma cadena, hay diferencias.
La paz tiene un costo, tal vez, para los familiares de las víctimas no será grato aceptar que la búsqueda de castigos tiene caducidad, pero así deberá ser, la pacificación de Colombia tiene paralelismos; el pacto de la Moncloa necesitó que los enemigos se sentaran en la misma mesa; la Guerra Cristera implicó que el odio fuese dejado de lado y curas y militares se dieran la mano.
El presidente electo Andrés Manuel López Obrador opta por vía de los foros, pero al final, él y sólo él deberá recurrir a los ejemplos históricos del empleo de la fuerza de su investidura para terminar con la violencia en el país.