
Estados Unidos compra más productos extranjeros de lo que le vende al mundo. Y el presidente Donald Trump quiere cambiar esa situación.
Por eso ha insistido en la aplicación de aranceles como uno de los ejes de su segundo gobierno en materia comercial.
La semana pasada, por ejemplo, pidió a sus asesores que calcularan nuevos y amplios impuestos a los bienes importados. Esto incluye la imposición de aranceles recíprocos a países que subsidian a sus empresas exportadoras y llevan a cabo otras prácticas que Trump considera injustas.
La tarea es complicada y ambiciosa, ya que calcular e imponer estos impuestos a miles de mercancías procedentes de más de 150 países “plantea un problema monumental de ejecución para un amplio rango de empresas, desde manufactureras estadounidenses que dependen de componentes importados hasta minoristas que surten sus mercancías en el extranjero”, explicó un artículo reciente.
Más allá de las complicaciones logísticas, estas medidas socavan el sistema de comercio internacional surgido durante la posguerra a mitad del siglo XX y el papel de la Organización Mundial del Comercio (OMC), ente que dirime las disputas comerciales para más de una centena de países y regula los intercambios de mercancías a nivel global.
El dilema actual para Europa y la mayoría de los países en desarrollo es que necesitan desesperadamente tener superávits comerciales con Estados Unidos para permitirse sus grandes déficits comerciales con China.
Si toman represalias contra los aranceles del presidente Trump, pueden desencadenar una guerra comercial mundial y condenar a la OMC, que los ha ayudado a crecer más rápidamente durante tanto tiempo.
Además, existen otras consideraciones importantes en cuanto al tema arancelario: los economistas advierten que promulgar aranceles es una medida arriesgada debido a que la inflación en Estados Unidos ha estado elevada recientemente.
El presidente Trump, a su vez, ha dicho que el aumento en los precios sería temporal y a corto plazo.
Sin embargo, existen preocupaciones reales sobre quién paga, al final de cuentas, el costo de un aumento en aranceles: ¿Son los importadores?. ¿Las empresas exportadoras?. ¿O los consumidores finales?.
La respuesta implica comprender cómo funcionan las cadenas de fabricación, comercio y suministro, y cómo se acumulan los costos a cada paso.
Cómo funcionan
Los aranceles

A menudo quienes los pagan no son otros países. Un pilar de las políticas del presidente Donald Trump han sido los aranceles, que son impuestos sobre los productos importados de otros países.
Los ha impuesto o ha amenazado con imponerlos como una forma de influir en las cadenas de suministro mundiales, aumentar los ingresos nacionales y obtener concesiones de otros países.
Pero lo que a menudo se pierde entre las proclamas dirigidas al extranjero es quién paga en última instancia los aranceles. A menudo no es el país al que se le imponen.
Entender quién acabará pagando los costos más elevados significa comprender cómo funcionan las cadenas de fabricación, comercio y suministro, y cómo se acumulan los costos a lo largo de cada paso del complejo proceso. Tomemos por ejemplo el calzado.
La mayoría de los zapatos que se compran en Estados Unidos están hechos en China.
Casi todo el calzado que se vende en las tiendas estadounidenses proviene de otros países, y recientemente las importaciones representan más del 95 por ciento del mercado.
A lo largo de los años, la fabricación de calzado se ha trasladado gradualmente a China, Vietnam e Indonesia, entre otros países, donde los costos de producción son más bajos.
Para Estados Unidos, China sigue siendo la fuente dominante, ya que produce más de la mitad de todas las importaciones de calzado.
China importa a EE. UU, el 59%; Vietnam el 23%; Indonesia el 6% y otro el 11%. Fuente: Observatorio de Complejidad Económica. Nota: Debido al redondeo, las cifras no suman el 100 por ciento.
El proceso de producción comienza en las fábricas chinas, donde los trabajadores ensamblan los zapatos deportivos. El costo final de producción puede variar, dependiendo de los materiales.
Normalmente puede rondar los 14 dólares por par, que también cubren la mano de obra y los gastos generales de la fábrica, más la ganancia del fabricante.
Casi todas las mercancías enviadas a Estados Unidos han estado sujetas a algún arancel.
A fin de preparar el producto acabado para la exportación, el fabricante de calzado consulta un complicado sistema gestionado por la Comisión de Comercio Internacional de EE. UU., conocido como Lista Arancelaria Armonizada, que determina los tipos arancelarios para los distintos productos y categorías.
Incluso antes de que Trump impusiera nuevos aranceles al inicio de su segundo mandato, la mayoría de los productos que entraban en el país estaban sujetos a algún tipo de arancel.
Las fracciones arancelarias sobre el calzado importado pueden variar, con más de 430 clasificaciones diferentes basadas en materiales y estilos.
Los zapatos deportivos que no son de cuero y que se importan de China, por ejemplo, suelen tener un arancel del 20 por ciento, según Matt Priest, director ejecutivo de la organización Footwear Distributors and Retailers of América.
Los zapatos deportivos se envían a uno de los puertos estadounidenses. Eso añade unos 3 dólares por par en concepto de envío y otros 3 dólares por otros costos de logística. Antes de que los zapatos entren al país, el importador paga un arancel a la aduana de Estados Unidos.
Una vez que el producto llega a un puerto en Estados Unidos, la empresa importadora suele trabajar con un agente de aduanas autorizado para gestionar los pagos arancelarios a la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE. UU.
Estos especialistas gestionan toda la documentación aduanera y los requisitos de cumplimiento en nombre del importador.
Mientras que el arancel anterior del 20 por ciento daba lugar a un precio de importación de 24 dólares, el arancel adicional del 10 por ciento que Trump impuso a los productos chinos añade ahora 2 dólares por par, con lo que el precio total de importación asciende a 26 dólares.
Quién paga el
Aumento de precio?
La mayoría de los expertos en política comercial coinciden en que lo más probable es que la economía estadounidense asuma el costo de los aranceles adicionales, lo que puede ocurrir de varias maneras.
Para compensar los mayores costos de importación, los minoristas suelen aumentar los precios, trasladando la carga a los consumidores. Como resultado, los consumidores son quienes realmente pagan el arancel, lo que reduce su poder adquisitivo.
“A pesar de que la carga legal recae en el importador, lo que vemos es que toda la carga económica se traslada más a menudo a la economía de Estados Unidos. Los consumidores frecuentemente terminan pagando un costo mayor”.
Empresas estadounidenses
Las empresas y fabricantes estadounidenses que utilizan materiales importados se enfrentan a costos más elevados, tanto si siguen abasteciéndose en China como si cambian a proveedores nacionales más caros.
Aunque pueden absorber estos costos para mantener precios competitivos, al hacerlo reducen su capital disponible para otras inversiones y operaciones empresariales, lo que en última instancia afecta a la economía estadounidense en general.
Para mantener su posición competitiva en los mercados estadounidenses, algunas veces los fabricantes extranjeros pueden recortar sus precios y aceptar menores ganancias.
Alternativamente, el gobierno al que se dirigen puede instituir una devolución de impuestos para ayudar a compensar la carga arancelaria. Esto ocurrió en China, por ejemplo, durante la guerra comercial con Estados Unidos en 2018.
Exportadores estadounidenses
La imposición de aranceles a las importaciones puede hacer subir el valor del dólar estadounidense, encareciendo las exportaciones estadounidenses y haciéndolas menos competitivas.
Como consecuencia, los exportadores estadounidenses pueden verse perjudicados y pagar indirectamente el costo de los aranceles.

Aunque estos son solo algunos de los muchos escenarios, los aranceles rara vez afectan a un solo grupo, ya que sus efectos se propagan por toda la cadena de suministro, y los fabricantes, minoristas y consumidores suelen compartir la carga de diferentes maneras.
A medida que las empresas intentan adaptarse para minimizar estos costos, algunos importadores pueden empezar a trasladar su producción a países sin aranceles elevados.
Mientras tanto, los consumidores pueden cambiar sus hábitos de compra, adquiriendo otras marcas o productos alternativos que no se hayan visto afectados por el incremento de precios. Aunque los investigadores y las personas que diseñan políticas pueden predecir algunos de estos efectos, el alcance total de las reacciones del mercado a menudo se desarrolla de formas inesperadas, determinadas por factores como la competencia local y la rapidez con que las empresas pueden cambiar sus cadenas de suministro.
El semanario de Coahuila


