Entre la Desinformación Y el Odio …La Defensa al INE

27 febrero, 2023 en

Marcha en “defensa” del INE en Guadalajara.

 

Enviado Por: Polemón/ Yulissa Camacho.-

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La realidad de esas personas vestidas tan de rosa es muy lejana a la mía y a la de millones de mexicanos

El transporte público está en mi día a día. Lo vivo, lo uso y lo sufro. Por eso este domingo, pasadas las diez de la mañana que lo abordé para ir al centro de la Ciudad de Guadalajara, algo me llamó la atención. Y es que me sorprendió ver a gente que estaban ahí en el Tren Ligero como si fuera un suceso, como si viviera un hecho histórico.

Esas personas tenían rasgos caucásicos y portaban ropas de marca en tonos rosas y blancos. Iban como uniformadas. Y asistían en familia. Caminaban como perdidas en un lugar inhóspito: parecían antropólogos en el Amazonas o turistas mexicanos en China.

Se sorprendían de todos. Del letrero. Del piso. De las vías. De los andenes. De los cables del Tren Ligero. De la gente morena que los miraba como extraños.

Me di cuenta que la realidad de esas persona vestidas tan de rosa es muy lejana a la mía y a la de millones de mexicanos. Para ellas, este domingo fue quizás su primera vez en el transporte público de la ciudad que habitan.

Se tomaban selfies y fotos grupales como si estuvieran visitando un lugar al cual jamás regresarían, y quisiera guardar un recuerdo.

Seguramente después de esta “experiencia”, regresarían a sus autos de lujo, y el haber subido al transporte público de “la gente” se presumiría como una anécdota que se contaría en alguna cena familiar: “te acuerdas cuando nos subimos al Tren Ligero…”

Estas personas tan de rasgos caucásicos y tan vestidas de blanco y rosa se bajaron donde yo: en la estación del centro. Ahí se llevaría a cabo la concentración para “defender al INE” del terrible dictador Andrés Manuel López Obrador.

Aunque tampoco es que no hubiera habido nadie. Hubo, sí, pero no multitud

Ahí me quedó claro que lo que muchos habían manejado como una “marcha” no lo era, sino sólo una “concentración. Y cuando me bajé, lo primero que percibí fue enojo, y odio. La gente gritaba consignas como “El INE no se toca” y “venimos a defender al INE”.

Y esas consignas, de la forma en cómo las gritaban, evidenciaba algo de insulto, de agravio, así como si cada palabra pronunciada trajera violencia dentro.

Me quedé parada en una esquina y escuché que una mujer, muy preocupada, le decía a otra: “Dicen que tengas cuidado con la gente morena que te va a estar juzgando”.

Era como una alarma: si te entrevistan, no respondas. Si te preguntan, tú callada. En la lógica de esas señoras tan de blanco y rosa en sus ropas, todos los morenos son comunistas en potencia que quieren desestabilizar a las clases altas y medias vía “juzgarlas”.

Pero eso no me importó. Yo venía a cubrir la marcha. Saqué mi celular y comencé a preguntarle a la gente si quería hablar. “Sólo unas preguntas”, les decía. Quería saber por qué estaba la gente ahí, si realmente le preocupaba la democracia o no.

A quienes entrevisté, me dijeron que la democracia estaba en riesgo y que, si no protestábamos, habría en México una dictadura. Y todas las personas me decían que el Plan B propuesto por el presidente era lo peor.

Al preguntarles qué de ese plan les preocupaba, no sabían qué responder. Volvían a “se quiere imponer una dictadura” y “López nos quiere robar la democracia”.

Entre tanta confusión por el Plan B, una señora, muy convencida y echada para adelante, me aseguró incluso que AMLO había ordenado en las modificaciones legales que a todos los mexicanos se les retirara la credencial de elector.

Quería reírme por el tamaño de la desinformación, pero me aguanté.

Las pancartas mostraban su inconformidad

Y así, cada pregunta era respondida con falta de conocimiento sobre el Plan B, y se regresaba a las consignas: “Yo defiendo al INE”, “mi voto se respeta” y “López es un dictador”.

Dentro de las pancartas que hubo, una me puso a reflexionar. Decía: “Ni clasista, ni racista, ni partidista”. Lo extraño de esa pancarta es que evidenciaba una completa incongruencia.

Los gritos que yo escuchaba eran clasistas y racistas, y había ahí en la plaza mucha gente del PAN. Incluso el último orador fue funcionario en los gobiernos panistas.

La Plaza de la Liberación, a diferencia de lo que dijo el último orador, no estaba llena. Había muchos espacios vacíos. Los organizadores afirmaron que fueron más de 22 mil personas, pero seguramente fueron muchos menos. Aunque tampoco es que no hubiera habido nadie. Hubo, sí, pero no multitud.

Mientras en el templete alguien hablaba de que AMLO quería “destazar” al INE, un señor a mi costado gritó muy enojado: “que “ingue” su madre AMLO y todas sus huestes”. Parecía que quería golpear a alguien. Estaba como fuera de sí. Con odio en todos lados.

Otro de los oradores indicó que estaba en riesgo la libertad y que, si no se seguía protestando, vendrá a esclavitud de nuevo. La gente aplaudió ese discurso. Y como estaba el templete delante de la escultura de Miguel Hidalgo, me pareció que todo tomaba un tono tragicómico.

Durante toda la concentración un señor repartió calcomanías que decían: “Yo defiendo la democracia. Yo defiendo al INE”.

Aunque, habrá que decirlo, parce ser que imprimieron de más, porque al final del mitin, el señor que las repartía tenía aún como cinco cajas con las pegatinas. Quizás hicieron mal las cuentas. O quizás esperaban más gente de la que llegó.

Aunque muchas personas arribaron al mitin convencidas de que AMLO era un dictador y que estaba por destruir la democracia y al país, también hubo mucha gente que llegó como acarreada. Esas personas cantaban las consignas, pero sin ganas.

Desde Guadalajara, ciudadanos se suman a la marcha

Y se notaba que venían como sin mucha fuerza. Por su puesto que sus ropas eran muy distintas a las de marca de la gente que venía convencida. No puedo afirmar que sean acarreados, pero tampoco es que tenga muchas dudas.

Estaba por irme y vi una pancarta en la que se leía: “Ya despertó la clase media, ‘endejo’”. Y me quedé pensando que esa frase bien podría resumir la concentración: gente de clase media y alta que odia al pueblo y lo considera ‘endejo’. La soberbia de la pancarta era fortísima.

Tomé el tren ligero. Las familias blancas y vestidas de ropas rosas de muy buenas marcas ya no venían. Seguro se cansaron y se fueron en Uber.

O quizás se quedaron en el centro, como turistas. Puede ser que para algunos era la primera vez ahí, y querían selfies. Para después contar en cenas familiares que, un día, tomaron el transporte público y fueron al centro de la ciudad.

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