
*El cambio, no sólo implica mejorar la
vida de las personas, también conlleva
sanear la vida pública y la democracia.
Redacción
Los logros de la transformación que vive Sabinas, no sólo son gubernamentales. El triunfo conquistado por miles de personas, acompañado e impulsado por el presidente José Feliciano “Chano” Díaz Iribarren y por la mayoría de la población sabinense, es un cambio de régimen. Será que por eso y otras cosas más, un trienio para la 4T no es suficiente.
Algunos cambios ya iniciados se verán materializados en los años futuros, sin embargo, a 3 meses de iniciar el período de “Chano” Díaz, ya pueden enunciarse varios logros: una política social enfocada en quienes más lo necesitan, una política de puertas abiertas y cercana a la gente.
Cuando hay transformaciones políticas acompañadas por mayorías sociales, las reacciones de las élites conservadoras que por beneficio quieren mantener las cosas como estaban, se radicalizan, se vuelven más violentas y se descaran en sus intenciones, como lo que vivió Sabinas con la administración anterior.
Por eso no es casualidad que, como efecto del cambio, en estos meses hayamos visto, la politización que existe en nuestro querido municipio de Sabinas, miles de personas afirmamos que quienes decidían es en este municipio pertenecían a una élite política vinculada a las élites económicas, mediáticas y académicas.
Más allá de que su realidad fuera distante a la de la mayoría de la población, nunca se esforzaron en vincularse, escuchar, conocer, servir o, si quiera entender al pueblo.
Sin filias ni fobias podríamos afirmar que “Chano” Díaz es el presidente más cercano a la expresión y representación popular de los alcaldes que hemos tenido en los últimos años; como muchas personas lo han dicho, “el Presidente es uno de nosotros”.
Por eso no sorprende que quienes se creían dueños de Sabinas, se burlen de su tono norteño, de su manera sencilla de vestir o, intenten demeritarle por no asumir “códigos” tradicionales de la llamada “clase política”.
Por supuesto, las élites quieren volver por sus privilegios y desean que el poder político y gubernamental regrese a su control y a su servicio. Por eso, desde la llegada del Partido Verde, la presión de los poderes fácticos sobre las dirigencias de los partidos tradicionales (PRI, PAN, PRD, MC y UDC) se ha hecho presente.
Después de su derrota, las élites lograron lo que parecía imposible: que distintas fuerzas políticas, con distinto origen, dogmas, ideologías y principios se aliaran.
Los resultados han sido desastrosos, sin embargo, dichos esfuerzos impulsados abiertamente por el PRI, PAN y UDC, no cesan ante la desesperación de volver: han ocultado los colores de los partidos, fingen ser un esfuerzo “ciudadano”. A veces se denominan de izquierda, luego son más libres y salen a relucir sus expresiones fascistas; se contradicen todo el tiempo porque su proyecto es inconfesable.
El semanario de Coahuila
