Enviado por Roberto Cienfuegos.-
Que nadie se llame engañado si el ex presidente republicano Donald Trump repite en la Casa Blanca en el 2024.
Lo que se viene ante esa eventualidad palidecer lo ocurrido en su primer periodo -ojalá el único y último-.
En otras palabras, sus marrullerías, trampas y mentiras que lo caracterizaron serían en sus manos, unas caricaturas ante lo que se vislumbra si los electores estadunidenses deciden poner en sus manos el destino de Estados Unidos, cuya democracia -sin exagerar- sucumbiría, con las consecuencias predecibles para más de 300 millones de estadunidenses y millones más fuera de ese país.
Que Trump puede ganar la nominación primero y más tarde un segundo mandato en la Casa Blanca no es una quimera y eso es lo peor. Que su megalomanía, ya analizada por expertos estadunidenses, es un hecho, tampoco hay que dudarlo demasiado y que constituye un peligro real y concreto para Estados Unidos y el mundo, tampoco.
Apenas un anticipo de lo que significaría que relevara a Joe Biden, lo puso en claro la víspera durante un evento en Conroe, Texas.
Trump dijo que si se postula de nuevo a la presidencia y gana, habrá indulto para los implicados en el ataque, asalto o insurrección armada, que sus huestes enardecidas protagonizaron el 6 de enero del 2021 contra el Capitolio en un intento crudo y llano de desconocer la victoria electoral del demócrata Joe Biden en las elecciones de noviembre del 2020, y consumar así un golpe de Estado. Nada menos.
Trump dijo en Conroe, que de alcanzar la presidencia de Estados Unidos tratará “con justicia” a quienes participaron en esa intentona, que dejaron muertos y heridos.
Los analistas señalaron de inmediato que esa nueva vociferación de Trump a favor de sus insidiosos revoltosos constituyó el peor ataque contra el gobierno estadunidense desde la guerra de 1812.
Por ese ataque, que puso en peligro la democracia de Estados Unidos y amenazó al mundo, más de 700 personas han sido arrestadas y acusadas penalmente en conexión con el motín, siendo la mayor investigación jamás emprendida por el Departamento de Justicia.
Entre ellos hay más de 150 acusados de agredir a policías, más de 50 acusados de conspiración y cargos se sedición contra el líder fundador de la milicia ultraderechista Oath Keepers y otros 10 miembros o allegados. Más de 100 policías resultaron heridos, algunos de gravedad.
El suceso se desató, luego que Trump organizó un mitin cerca de allí, denunciando falsamente que hubo fraude electoral.
El senador republicano, Lindsey Graham, rechazó los comentarios de Trump, por considerarlos inapropiados al insinuar que es aceptable atacar al Capitolio.
Graham dijo que espera que los insurrectos vayan a la cárcel, que les apliquen todo el peso de la ley, porque se lo merecen.
Las locuras de Trump y sobre todas sus mentiras, encuentran eco en millones de estadunidenses, que es lo peor y más amenazante.
Por ello es que Trump, sigue amenazando a su propio país y no hay duda de que las líneas y las trayectorias planteadas en la política estadunidense ya están claramente trazadas.
El inquietante punto deriva de la urdimbre maquinada por Trump, quien no ha dejado ni por un segundo de gritar a los cuatro vientos que las elecciones presidenciales de 2020, que ganó el demócrata Biden, fueron un fraude, que los resultados son falsos y que le robaron el triunfo, lo cual es una mentira palmaria y descarada.
Y si fuera únicamente Trump, quien difunde esta mentira, la cosa no sería tan grave, pero lamentable y trágicamente cuenta con varios megáfonos potentísimos entre medios de difusión, que a su vez llevan ese mensaje falso a decenas de millones de personas en Estados Unidos. La mentira pesa, ni duda hay, y cada vez se echa mayor mano de ella.
Además, y lamentablemente también, hay una cantidad considerable de integrantes del gobierno federal y sus dependencias (como el jefe del Servicio Postal, por ejemplo), así como diputados y senadores, gobernadores de estados, secretarios de estados, jueces federales y estatales, y siga usted contando, que comparten plenamente esa mentira.
El partido Republicano, hoy de oposición, está moviendo sus piezas estratégicamente en el tablero con el fin de crear una situación que le permita darle una pátina de legalidad al robo de los comicios presidenciales en 2024, y está actuando en varios frentes de manera simultánea.
Vea, por un lado, en varios estados (al menos una veintena) están promulgando leyes, resoluciones y reglas concebidas específicamente para privar a minorías raciales y a sectores de vocación democrática del derecho al voto, o entorpecerles el acto comicial tanto como sea humanamente posible.
Un ejemplo de ello es la eliminación de centros de votación en zonas de mayorías demócratas o pobladas mayoritariamente por personas pertenecientes a minorías raciales.
Otra es la exclusión selectiva de votantes de los registros de votantes de los estados. Esto no es algo nuevo y se hizo mucho antes de las elecciones anteriores.
Otra cosa que están haciendo es redibujar los linderos de las circunscripciones electorales de tal manera de asegurar una mayoría en toda elección. La idea es asegurar la victoria en las urnas y la perpetuación en el poder, incluso sin tener una mayoría.
Lo segundo que están haciendo es instalar en cargos estratégicos relacionados con la organización de elecciones a personas que han jurado lealtad ciega a Trump, quien ya está más que claro que se va a postular como candidato presidencial de su partido.
Quiero repetir esto: esas personas han jurado lealtad no a la Constitución y al estado de derecho, sino a su caudillo. Un ejemplo de ello es el ex senador John Purdue, de Georgia, quien ha dicho públicamente que si hubiera dependido de él, no hubiera dudado en anular o desautorizar los resultados de las elecciones de noviembre de 2020.
En este elenco se cuentan funcionarios de los tres poderes y a todo nivel, e incluye a los secretarios de estado de los estados, los que tienen la responsabilidad última sobre las elecciones en sus estados.
También se están moviendo piezas en el tablero para permitir, primero, nombrar fichas fieles como «electors» o integrantes del «Electoral College» de cada estado. La idea es desautorizar o anular los resultados de la votación directa si los mismos no favorecen a Trump.
A su vez, se sigue agitando a la población general con toda clase de cuentos de caminos para distraerla y generar descontento por el motivo que sea.
La administración de Biden, en un punto crítico ahora mismo, no ha tenido tiempo suficiente para corregir y subsanar los atroces daños y estragos que dejó la administración de Trump.
Para muestra un botón: el jefe del servicio postal sigue en el cargo, y no hay visos de que lo puedan sacar a tiempo.
La gente del movimiento Qanon, que constituye una pieza medular de esta iniciativa y del ideario (o más bien, el «des-ideario) que va a resultar instrumental en la destrucción de la democracia estadunidense, exhibe una capacidad tan aberrante de ejecutar contorsiones mentales tan verdaderamente tiradas de los cabellos que es casi imposible encontrar palabras para describirlas.
Un ejemplo reciente es el de un comentarista que invita frecuentemente a una de esas televisoras, quien se preguntó si no habría gato encerrado en el hecho de que «anti-vaxxers» y gente que se opone a usar mascarillas se estén contagiando del coronavirus.
La gente que deliberadamente no se quiere vacunar y no quiere usar mascarilla ni aplicar el distanciamiento preventivo piensa, según ese comentarista, que el contagio, cuando ocurre, puede ser resultado de un ataque dirigido.
Otra cosa que están haciendo, es interponer toda clase de demandas y recursos legales falaces y frívolos -además de totalmente desprovistos de mérito- para demorar al máximo posible la rendición de cuentas de Trump y sus cómplices sediciosos por el intento de golpe del 6 de enero.
El proceso de investigación en el Congreso sigue adelante, pero con muchos obstáculos.
La idea es darle largas al proceso hasta las próximas elecciones legislativas federales del 2022, con respecto a las cuales ya flota en el aire la casi certeza de que el partido Demócrata va a perder la mayoría en la Cámara de Diputados y va a pasar a la minoría en el Senado.
Si esto ocurre, la investigación del intento de golpe se va a parar en seco y Estados Unidos se puede olvidar de que los responsables rindan cuentas, al menos durante esta generación.
Incluso, esto ya ha sido anunciado públicamente por un diputado, Matt Gaetz, quien advirtió de una arremetida vengativa contra todo ocupante de cargos gubernamentales importantes que haya respaldado la investigación del intento golpista y el estado de derecho.
Trump tiene más que claro que lo único que lo puede salvar de tener que rendir cuentas es volver a adquirir el poder y la inmunidad propios de la primera magistratura
Casi a diario, en Estados Unidos se leen noticias sobre el deterioro del tenor del discurso político, no sólo en los altos estratos gubernamentales, sino a nivel local básico, como las juntas de padres y representantes de escuelas, juntas de vecinos, y muchos más.
Esto evoca la antesala y los primeros tiempos del gobierno venezolano de Hugo Chávez: hermanos y parejas se quitaron la palabra mutuamente y se enemistaron.
En Estados Unidos, lo que se ve a la fecha es un desquicie generalizado: una mujer encañonó a una madre que estaba con su hijo pequeño en el carro por un puesto de estacionamiento en un supermercado.
Esto sin incluir las masacres en escuelas secundarias porque ¿para qué molestarse?. Amas de casa denuncian a personas afroamericanas o de tez morena por hacer su trabajo y por lo que perciben como una invasión amenazadora de su espacio.
Y cuando digo espacio no me refiero a la intimidad de su casa, sino a lugares públicos.
En lo económico, se sigue privilegiando la acumulación de capital en pocas manos, y mientras menos sean esas manos, mejor.
En lo ecológico, no se ha interrumpido la marcha contaminadora que arreció la administración trumpiana.
Esta administración lleva el mismo ritmo en la aprobación de permisos de explotación de recursos fósiles que la anterior. Se ha hecho algún avance en la protección del medio ambiente, pero la impresión es que es muy poco y disperso.
En lo fiscal, el presupuesto militar sigue aumentando. Es probable entonces que en algún momento, quizás más pronto que tarde, Estados Unidos tenga pensado dejar de pagar la ingente deuda externa que tiene con China, y que, armado y apertrechado todo lo espléndidamente que permite ese presupuesto, simplemente le puede pintar una paloma a los chinos y decirles «ven y cóbrame si puedes».
La gente sigue cada vez más desesperada con la pandemia y sus secuelas. En esta coyuntura, saque usted sus propias conclusiones, afable lector /lectora.
El horno estadunidense está que arde y es esperar más de una chamuscada, al menos.