Contratiempo – AMLO …Ya se pasó de maduro!!!

7 agosto, 2019 en

Los planes eran ser presidente desde el 2006, y reelegirse varias veces, pero se la ganaron, y el tiempo no perdona

*Pudiera parecerse AMLO a Porfirio

  Díaz, pero muy escuetamente, porque

  de plano no “la arma” para una reelección.

  De plano ya está muy “maduro” y debería

  conformarse con que le alcance el tiempo

   para terminar éste mandato… o sueña con

   irse a morir a París???

 

Enviado por Jesús Arnulfo Ravelo.-

Por eso ahora gobierna con el complejo de la venganza, ya no es ni la sombra de antes

El 2 de julio de 1915 murió en París el general Porfirio Díaz, lejos del país cuyo destino dirigió por más de 30 años. Don Porfirio, que dio su nombre a una época de nuestra historia, nació en Oaxaca en 1830, en una humilde familia mixteca.

Pudo ingresar al seminario, el cual abandonó para sumarse a las filas del liberalismo, donde no destacaría como político o ideólogo, sino como soldado; fue uno más de esos militares improvisados que entre 1854 y 1867 rechazaron la invasión de un poderoso ejército extranjero y destruyeron al ejército profesional mexicano, que estaba al servicio de los conservadores y de sus propios fueros.

Díaz empezó su carrera militar como humilde capitán de voluntarios y la terminó como General de División, reconocido como el mayor caudillo de los ejércitos de la República, sólo por debajo de Mariano Escobedo.

Como todos los caudillos liberales que aprendieron el arte de la guerra sobre la marcha, conoció derrotas y prisiones, pero también estuvo presente en Puebla aquel inolvidable 5 de Mayo de 1862, y en 1866 y 1867 comandó al Ejército de Oriente en una serie de victorias que le dieron enorme y merecida fama. Entonces esperó impaciente.

A diferencia de AMLO, Porfirio Díaz era un militar de carrera, y no se rajaba de lo que decía

Se retiró de la vida pública mientras Benito Juárez terminaba su mandato, pero como su paisano buscó la reelección se opuso en la lucha electoral y luego se levantó en armas.

Juárez murió, Díaz se hizo elegir diputado y en 1876 volvió a rebelarse contra otra reelección, ahora de Sebastián Lerdo de Tejada. Esta vez tuvo éxito y en 1876 ocupó la silla presidencial.

De 1880 a 1884 le permitió gobernar a su compadre Manuel González, pero luego regresó al poder para no levantarse de la silla hasta 1911, obligado por la fuerza de las armas.

Su dictadura, que en un principio fue vista como necesaria, en aras del lema de su gobierno (“orden y progreso”), lo fue siendo cada vez menos conforme la sociedad mexicana maduraba.

Finalmente, cuando estaba convertido en un tirano decrépito, una nueva generación de mexicanos buscó en aquella Carta Magna de 1857 –cuyos postulados habían sido conculcados por Porfirio Díaz para todo efecto práctico– los recursos para acabar con la dictadura, pero el gobierno porfirista no les dejó más camino que el de las armas…y a las armas recurrieron en 1910.

Un último servicio le hizo don Porfirio a la nación: Cuando la creciente fuerza de la rebelión le hizo comprender a él, que tanta experiencia militar tenía, que el fin de su gobierno era inevitable, no se aferró al cargo, sino que lo entregó tras firmar unos acuerdos con los jefes de la rebelión.

Hay de dictadores a dictadores

Dejó el poder en mayo de 1911 y se exilió en París, donde cuatro años después murió con serenidad y sin sobresaltos. Sus restos reposan, con sueño intranquilo, en un cementerio de Francia, a la espera de descansar en paz en el suelo de su patria.

Pues bien, aunque el presidente Andrés Manuel López Obrador no es oaxaqueño, sino tabasqueño, no faltan quienes a pesar del inequívoco mandato constitucional, y de las reiteradas declaraciones del propio involucrado negando tales afanes, no dejen de atribuirle, apenas ocho meses de iniciado su sexenio, el propósito de buscar modificar la Constitución y las leyes.

Lo anterior para, a horcajadas sobre la ola electoral sin precedente que lo llevó al poder en 2018, intentar replicar los afanes reeleccionistas de Juárez y de Díaz.

Y es que el asunto ya ha dado lugar a que circulen por las redes sociales mensajes como el siguiente. “Que no se preocupe AMLO por andar firmando papeles que luego pierde”.

Son seis años de poder, luego vienen seis de apestado… o mas

“La Constitución es muy clara al decir que él no se puede reelegir, y si lo intenta, que no le quepa duda que lo sacamos a patadas”.

Sin merma del florido mensaje, ampliamente difundido, no puede ser más explícito. Y el presidente y sus aduladores deberían tomarlo en serio si se considera que cada uno de quienes lo reenvían, al hacerlo, expresan su acuerdo, al menos tácito, con lo ahí expresado.

Ahora bien, ya que hemos invocado a la Constitución, creo oportuno repasar lo que ésta dice al respecto: “El Presidente de los Estados Unidos Mexicanos es el titular del Poder Ejecutivo. Es, a la vez, jefe de Estado y jefe de gobierno”.

“Asimismo, es el comandante supremo de las Fuerzas Armadas. Es elegido mediante voto directo y universal. Una vez electo entra en funciones el 1 de diciembre del año de la elección”.

El daño que el PRI Y el PAN le hicieron a López Obrador lo marcó de por vida

“Su cargo dura un periodo de seis años, sin posibilidad de reelección, ni siquiera en el caso de haberlo desempeñado como interino, provisional o sustituto. El cargo de Presidente de la República sólo es renunciable por causa grave, que deberá ser calificada por el Congreso de la Unión”.

“En caso de muerte, destitución o renuncia, asume, de manera inmediata y provisional, el cargo el secretario de Gobernación (si la ausencia es el día de la toma de posesión, sería el presidente del Senado el mandatario provisional)”.

Después, con las reservas que contempla la Constitución, corresponde al Congreso nombrar un sustituto o interino. El cargo existe desde su inclusión en la Constitución de 1824, siendo su primer titular Guadalupe Victoria desde el 10 de octubre de aquel año.

En suma, 65 individuos ocuparon, en 106 periodos distintos, la Presidencia de la República, ya fuera de manera constitucional, provisional, interina, sustituta o, incluso, de facto, estos números, causados, en gran medida, por la constante inestabilidad vivida por el país en su primer siglo de vida independiente.

De tal manera que en esa primer centuria, sólo cuatro mandatarios concluyeron el periodo constitucional para el que fueron electos.

Solamente nos resta tratar de manejar la situación de atraso para el país y a vuelta de seis años tratar de recomponerlo

La vigente Constitución de 1917 prevé dicho cargo en su título tercero, capítulo tercero, y es abordado por 15 artículos.

En ellos se especifican las obligaciones, facultades, requisitos y restricciones al cargo, especificaciones que van desde el mando de las Fuerzas Armadas; la titularidad de las políticas exterior, económica, de desarrollo social y de seguridad pública; la promulgación y ejecución de las leyes emitidas por el Poder Legislativo; proponer nombramientos a cargos que requieren aprobación del Senado o la Suprema Corte, y diversas prerrogativas concedidas en otros artículos de la misma Carta Magna y las leyes federales.

El Presidente es la cabeza de la Administración Pública Federal y es auxiliado por un gabinete compuesto por varias secretarías de Estado, dependencias federales, organismos descentralizados y empresas paraestatales, los cuales tienen a su cargo diversas carteras de interés público, además de distintos asesores adscritos a la llamada Oficina de la Presidencia.

Históricamente, su protección corrió a cargo de un Estado Mayor Presidencial, que fue el órgano técnico militar que auxiliaba al Presidente de la República en la obtención de información general, planificaba las actividades personales propias del cargo, realizaba las prevenciones para su seguridad y participaba en la ejecución de las actividades procedentes para esos efectos.

Los morenistas lo saben y ya les empieza a ser incómodo su presidentito

Sin embargo, la estructura fue disuelta a partir del 1 de diciembre de 2018.

El resguardo del presidente quedó en manos de un grupo de profesionistas con adiestramiento en materia de seguridad personal y sin armas, conocido como ayudantía e integrado por 20 personas; a la par, elementos con experiencia del también desaparecido Cuerpo de Guardias Presidenciales, adscritos al Ejercito Mexicano, vigilan áreas y zonas de trabajo del mandatario.

Es, pues, inequívoca la prohibición constitucional de la reelección presidencial, lo que me lleva a pensar que difícilmente un político tan maduro y sagaz como ha demostrado serlo AMLO, a pesar de ciertos ocasionales desatinos, sobre todo en temas económicos, albergue afanes reeleccionistas.

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