Coincidencia – Una Carta Indirecta …Muy Directa

8 junio, 2020 en

Un loco que vive una ficción que para sus adentros es la realidad

*Blandir de una lata de gasolina en un país

  que ya está en llamas, no es buena idea, y

  menos cuando esa lata la blande un loco que

  vive un mundo de ficción que para él es la realidad.

 

Enviado por Roberto Cienfuegos.-

El país está en llamas por un racismo inducido

Un muy buen amigo mío, colega además, que radica en San Francisco, California, me escribió la víspera lo que a continuación comparto por considerarlo importante y aleccionador para México, el muy alicaído socio de Estados Unidos y Canadá en el llamado Tratado Comercial que se prevé cobre vigencia el primer día de julio próximo…Va el texto:

“Te escribo para decirte que este país está, como mínimo, al borde de una crisis constitucional o, peor aún, en la antesala de un autogolpe de derecha.

El sujeto que ocupa la Casa Blanca acaba de anunciar su intención de sacar a la calle a las fuerzas armadas, si los estados no consiguen controlar los disturbios generalizados de los últimos días, en violación flagrante de la Posse Comitatus Act, que expresamente prohíbe activar al sector militar en operaciones internas en contra de la población civil.

El país está en llamas y ese sujeto anda por ahí con una lata de gasolina en la mano.

Sacar al ejército a las calles es la peor idea

No tuvo capacidad ni interés en atajar oportunamente el contagio ni contener el avance de la pandemia una vez declarada.

No tuvo ni tiene la capacidad de raciocinio necesaria para contrarrestar los efectos perfectamente predecibles del encierro sobre la economía y las vidas de la ciudadanía.

No tiene interés ni la capacidad, y mucho menos la disposición, de dar un mensaje de unión y reconciliación ante las manifestaciones de repudio al racismo -racismo que él mismo ha promovido desde su alto cargo.

Lo único que ha hecho, y lo único que al parecer siempre ha hecho, es revolver el río, por aquello de que “en río revuelto, ganancia de pescador”.

En esto último no se le puede negar pericia.

Las próximas elecciones lo tienen trastornado

Yo temo que se va a valer de una situación que él mismo ha contribuido a agravar para decretar un estado de excepción, suspender las garantías constitucionales y el estado de derecho, y suspender o postergar las elecciones presidenciales de noviembre.

Ya sabe que con cada día que pasa sin que la situación mejore -y no tienen visos de mejorar, para nada-, sus posibilidades de ganar las elecciones se alejan un poco más.

Y temo que, en medio de su insania, ni siquiera se asome en el horizonte de su mente enferma un atisbo de pensamiento en el bien colectivo.

Todo gira alrededor de él. Todo es él. Nada existe fuera de él. Y como su propio sentido de integridad y supervivencia depende de no aceptar otra cosa y mantener esa ficción (que para él es la realidad), nadie más existe y por lo tanto el bienestar y la supervivencia de las demás personas, aquí y allá, no son una consideración en lo absoluto.

Yo temo que, planteada así la situación, es fácil concluir que la cuestión final se defina como “o es él, o el resto del mundo”. Así de sencillo. No hay de otra. Perdóname por sonar tan agorero y fatalista.

Donde hemos visto un remedo de ésta historia barata?

Si llega a haber elecciones en noviembre, eso va a ser únicamente gracias a la sabiduría implícita en la Constitución, el activismo de la gente corriente en la calle y la firmeza de lo que pueda quedar incólume e impoluto del Poder Judicial y, con algo de suerte, del Legislativo.

Y aun así, si las encuestas se corresponden con el resultado final de las elecciones y efectivamente las pierde, no hay garantía alguna de que no haga lo que pueda para terminar de desarticular el estado y la nación antes de la asunción del próximo gobierno.

Jamás pensé que algún día me encontraría en una situación semejante y mucho menos aquí. Indudablemente estamos en un momento crucial, no solo para este país, sino, para el mundo entero”.

No agregaré más al texto de mi amigo, cuya identidad reservo, salvo para apuntar que ojalá nos diga algo o mucho de lo que viene y pronto. Que cada quien tome sus providencias con base en su propia lectura.

No mentir, no robar, asi evitamos el coronavirus… no ma…no, no

El caos del

Covid-19

Lo que trae el gobierno de la 4T hace rato en materia de la pandemia por el Covid-19 es un verdadero desorden y sería lo de menos, si es que no estuviera ya costando miles de vidas en México.

Y conste, este señalamiento, que es preciso hacer, tiene el propósito de llamar al gobierno para que se ponga serio, científico sería pedir demasiado, al menos mientras pasa la pandemia, un problema sanitario, que debe combatirse con base en criterios médicos, elementos materiales y aun científicos antes que con leyendas, mitos o creencias religiosas.

No pasa nada… abrácense, no usen cubrebocas, salgan y muéranse

Y es que aún no salgo del asombro que me causó el presidente Andrés Manuel López Obrador cuando en pleno Palacio Nacional hizo uso de estampitas religiosas para proclamar “detentes” ante el embate furioso del coronavirus.

Jamás habría imaginado al Jefe de un Estado laico como el mexicano conforme está previsto por la Constitución que nos rige, exhibir sus imágenes religiosas y menos aún recitar oraciones litúrgicas.

Que López Obrador haya procedido de esa forma me parece fue un recurso para engatusar a los mexicanos creyentes, una vasta mayoría de la población mexicana que tiene hincada en la religión su vasta cosmogonía cultural.

Eso lo sabe sobradamente bien López Obrador y por ello utiliza ese recurso sin que tenga el menor empacho en violentar su investidura como Jefe del Estado mexicano, lo cual tiene efectos potencialmente delicados para la vida institucional de cualquier país, así aquí creamos que no pasa nada y que se vale todo.

Esquivar los problemas también se llama cobardía

En su gira la semana pasado por el sureste mexicano, López Obrador dejó ver de nueva cuenta un talante que es más bien propio del patriarca de una tribu que de un presidente constitucional al afirmar que “no mentir, robar ni traicionar ayuda evitar contagios de coronavirus”.

¡Habrase visto!. Exclamarían muchos veteranos del país. O ver para creer, añadirían otros para expresar su incredulidad ante tamañas expresiones presidenciales en tiempos de pandemia.

Cuando escucho esos lances verbales del presidente me lleno de preocupación y desasosiego al preguntarme si el primer mandatario nacional se refugia en un discurso más propio y en el menos peor de los casos de un patriarca que nada tiene que ver con las exigencias de un país que merece una visión de Estado para efectivamente “domar” la voraz pandemia, que goza ella si de cabal salud, y amenaza con prolongar en el tiempo su letalidad.

Parte del caos que confrontamos como país, quizá por eso López Obrador es tan popular, deriva del momento en que se inauguró la semana pasada la denominada etapa de “la nueva normalidad” con la reactivación de áreas económicas y productivas críticas como la construcción, el transporte y la minería.

Acaso tenía razón Javier Alatorre respecto a Gatell?… hay dudas

Vea usted lo que tenemos: un semáforo federal, pero una instrumentación por cuenta y riesgo de los Estados y por supuesto de la Ciudad de México, el epicentro de la pandemia.

López Obrador, tan hábil y astuto como buen político para él, se deslinda de las decisiones de los ejecutivos estatales en nombre de la democracia y la libertad.

“No nos vamos a pelear con nadie”, presume. Obvio, retoma la conducta de Poncio Pilatos y ya resolvió o para decirlo coloquialmente, de esta forma esquiva el bulto de la responsabilidad. Pues es bien fácil así gobernar.

Vale recordar que esta conducta la practicó durante la crisis del “culiacanazo” en octubre pasado.

En medio de la peor crisis que se haya vivido en el país por la detención de un presunto capo del narcotráfico, López Obrador se escurrió a Oaxaca y dejó a cargo a sus “achichincles”, digo, a los miembros de su gabinete de seguridad.

Que resuelvan ellos. Es una buena forma para él de eludir el bulto. ¿No?.

San AMLO y sus mandamientos

De las cifras, estimaciones y registros sobre el Covid-19, pues es mejor no hablar. Tampoco de la duración de la pandemia ni de sus fases y mucho menos de los días pico.

Los rangos de estimación del doctor Hugo López-Gatell son laxos, tan flexibles y de tan baja credibilidad, que uno llega al extremo de coincidir con Javier Alatorre cuando llamó a no creer al vocero.

“Se lo decimos con todas sus palabras, ya no le haga caso a Hugo López-Gatell, dijo Alatorre.

Un día después del presunto desaguisado en el noticiario estelar de Tv-Azteca, López Obrador lo exoneró y aún apapachó. “Se equivocó mi amigo Javier Alatorre”. Fin del desorden. ¿Y usted…usted qué cree???

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