*Jamás el mandatario nacional aceptará
que es un neófito en materia económica
y que no entiende que lo importante es
el leading y no el trailing para
un crecimiento sostenido.
Enviado por Jesús Arnulfo Ravelo.-
Dicen en mi rancho que “si el surco sale chueco, no le eches la culpa al arado, pues tú lo conducías”.
En su discurso en el Zócalo celebrando el primer año de su triunfo electoral el Presidente López O. dijo -entre muchas cosas de dudosa veracidad- que lo estaban “saboteando” legalmente, por los amparos contra la construcción del “minipuerto” de Santa Lucía, y otras decisiones relacionadas con rehusar cumplir los contratos con empresas mexicanas y extranjeras que construyeron gasoductos para abastecer a la CFE y al País de gas natural.
De esto culpa a los “neoliberales”, su etiqueta favorita para todo aquel que está en desacuerdo con él, pero que en el mundo de hoy no significa nada, sólo para un “clique” muy pequeño y obsoleto de neosocialistas existe este término, aventado por la historia al bote de la basura hace ya mucho tiempo.
Créannos, amigos lectores, que estamos bien enterados de lo que sucede en México y nadie quiere sabotear al Presidente, al contrario, quieren ayudarle a salvar la crisis económica que se viene encima por la degradación de nuestra deuda soberana, que no tarda en ser catalogada “chatarra” por las calificadoras.
Está claro que si le va mal a AMLO le va mal a México, ¡y nadie quiere eso!.
Lo que hoy le pasa al Presidente son autogoles que su propio Gobierno se ha metido (o errores con casa llena, para usar términos que le gustan).
Ha fallado en crear confianza y sin ella es muy difícil crecer -¡y menos al 4 por ciento!-, cuando mucho será un 0.5 por ciento este año y el que entra.
¿Y por qué no hay confianza?. Por las decisiones “chicharroneras” que toma y que contradicen lo prometido por sus funcionarios: cancelar las rondas petroleras, dejando caer la producción de PEMEX a ritmos de 1990, cancelar Texcoco, cancelar -o pretenderlo- los contratos de los gasoductos que le urgen al País para generar electricidad y en la industria transformadora.
Por pretender pasar por encima del Poder Judicial, por ejercer el presupuesto de manera caprichosa, por fallar en la lucha contra la inseguridad y, sobre todo, por pifias en la toma de medidas sobre la creación de empleos formales
Aquí les va un dato que nos compartió un amigo que le entiende a economía, pero de maíz. Nos explicaba que a él lo que le interesa de los indicadores económicos son los “leading” (de avanzada) y no los “trailing” (los que indican qué pasó), ya que sólo los primeros sirven para saber qué es lo que viene.
Lo que pasó ya pasó, lo que se requiere para tomar decisiones certeras es tratar de dilucidar qué es lo que el futuro depara con alto grado de probabilidad.
Bueno, pues de los indicadores de avanzada, uno de los más importantes es el del empleo formal.
¡Que no nos vengan con que los empleos temporales son iguales a los formales, sólo los formales cuentan!.
En este sentido hay un indicador que mide el cambio en la tasa de cambio (el delta del delta), o sea, qué tanto está moviéndose el índice que señala la variación en el empleo.
Para hacerles el cuento corto: cuando AMLO recibió el País este delta del delta en la caída del empleo formal era de 12 por ciento; en el mes pasado era ya del 66 por ciento.
Dicho en corto: la creación de nuevos empleos se está desplomando. Y sin empleo no hay demanda, sin demanda no se puede dar el crecimiento económico y sin crecimiento económico todos los mexicanos nos empobrecemos.
Las decisiones que ha tomado el Gobierno en lo económico han sido políticamente motivadas: sabido es que cuando la ideología entra a la economía sale por la ventana la ortodoxia económica y con ella cualquier posibilidad de desarrollo, progreso y crecimiento.
PEMEX es la empresa más endeudada del Mundo: nada ha hecho este Gobierno por solucionar de fondo este problema y lograr que invierta en exploración y explotación: así PEMEX está destinada a quebrar.
Y junto con ella este Gobierno por creer falazmente que todo lo puede solo. Más que celebraciones triunfalistas, lo que se requiere es un profundo examen de conciencia y un consecuente cambio de rumbo.