*En un país retrógrado donde ahora la
muerte es un festival y la tragedia un
festín político, la vara con la que se mide
será la misma con la que serán medidos.
Enviado por Carlos Ramos.-
Por cómo se vea, por dónde se vea, lo que está ocurriendo en Puebla es una tragedia nacional e histórica.
La muerte de cinco mexicanos, dos de ellos sobresalientes políticos y gobernantes, generó una espeluznante cadena de reacciones en todo el país y esto sólo nos deja la estampa de un pueblo ruin y profundamente dividido.
Sabemos que los grupos afines a López Obrador por años han trabajado en la confrontación social, en la descalificación y en los insultos.
Esto elevó la inhumana posición de algunos que hicieron de esta muerte un festival y un reprobable aplauso por el desplome de la aeronave.
La gravísima declaración de Barbosa señalando que no es la primera ocasión que se registra un “magnicidio” y la delirante estructura mental de Fernández Noroña nos retratan como primitivos en la elección de nuestros representantes.
Considero que el Presidente López debería de haber sancionado a quienes con lenguaje grotesco y bajo se manifiestan públicamente como Taibo 2.
El Ejecutivo, lejos de calificar una elección que no le correspondía, debería haber enviado a un representante de su gobierno a la ceremonia de toma de protesta de Martha Erika Alonso como Gobernadora Constitucional.
Como líder de todos los mexicanos, tendría que haber acudido a presentar sus condolencias de manera personal a los deudos en Puebla y dar estatura política a su apellido y no declarar que los reclamos de justicia provienen de “neofascistas” enojados.
Tuve la oportunidad de acudir al recinto donde Martha Erika pronunció su primer discurso como Gobernadora, sólo a unos metros donde dos semanas después se le celebraría un acto luctuoso en homenaje a su memoria ante sus cenizas.
Se le veía feliz pero controlada, muy segura de sus aseveraciones, con proyecto y ánimo.
Ella sí mostró dignidad y cortesía y anunció que el Presidente López siempre sería bien recibido en la Entidad y lo llamó a crear y construir acuerdos. Por supuesto no hubo respuesta.
Estaba Martha Erika con vida y llena de vida. La primera mujer Gobernadora del PAN y también la primera en Puebla.
Supo reconocer a sus antecesores sin medirlos por su preferencia política, sino por su talento o marca social. Su discurso fue breve, directo, muy claro y propositivo.
Y mientras allá se hablaba de engrandecimientos, en otras tribunas se insiste en el encono y la rebatinga política. Hoy vemos que tan efectivos eran como oposición y que de posición hoy no tienen nada.
La agenda se marcaba con oratorias mañaneras criticando y reprobando todo. El dedito mandaba. Hoy que no hay a quien enfrentarse en el poder presidencial, sólo las mañaneras han servido para justificarse, para asuntos menores y para atacar a los que llaman “conservadores”.
Por todo esto, Puebla es tragedia y dejó muy en precisión, la muerte de estas cinco personas nos obligaría a generar discreción, respeto y la enérgica protesta porque el evento quede totalmente claro y no se trate como lo dijo el perdedor Barbosa de un “magnicidio”.