Enviado por Vladimir Galeana.-
Sin lugar a dudas estamos viviendo tiempos distintos a los ya vividos.
Los regímenes tricolores y blanquiazules se distinguieron por la capacidad de sus miembros por participar en diversos actos de corrupción y en propiciar el enriquecimiento de muchos de los principales elementos que acompañaban en sus gestiones a los Presidentes de la República.
Para decirlo más claro, insertarse en las estructuras gubernamentales significaba un amplio y desahogado destino para muchos hombres y mujeres que se dedicaron a la tarea pública.
Durante los regímenes encabezados por los tricolores y los blanquiazules, los negocios al amparo del poder eran la constante y la cínica identidad de muchos funcionarios encumbrados por los gobiernos del momento.
Así, la función pública se convirtió en un modelo aspiracional en el que todo se podía alcanzar por la enorme facilidad con que se realizaban esas complicidades, y que se convirtió en un pernicioso costumbrismo para aprovechar la circunstancia del momento. Así para desgracia de loa mexicanos, se construyeron muchas fortunas.
La llegada de la mal llamada “Cuarta Transformación” ha sido proverbial para los grupos antagónicos al sistema que durante mucho tiempo lucharon por alzarse con el poder, y lo han sabido aprovechar muy bien.
Para decirlo más claro, los procesos de la reivindicación social que tanto utilizaron como bandera para generar una nueva conciencia en los ciudadanos resultaron efectivos.
Pero…por desgracia, no para mejorar las condiciones de vida de los mexicanos que creyeron en ellos, sino para los principales funcionarios que acompañan a Andrés Manuel López Obrador en el actual régimen político.
Pese a la cantaleta de que “al margen de la ley nada, y por encima de la ley nadie”, la impunidad se ha convertido como en los tiempos pasados en el arma más preciada para la acumulación de riquezas mal habidas.
El problema es que los mexicanos nos hemos enterado ya de la forma tan deleznable en que ahora se dispone del dinero público en beneficio de unos cuantos, y cuyos deleznables actos son justificados por el inquilino de Palacio Nacional de la forma más burda y cínica ofendiendo el razonamiento de todos los mexicanos.
Andrés Manuel López Obrador, se ha convertido en ese mesías que tanto mencionaron sus críticos porque se ha dedicado a descalificar las críticas que se hacen a sus principales y consentidos funcionarios.
El caso de Delfina Gómez es patético, porque hemos comprobado que cuando fue Presidenta Municipal de Texcoco, retenía el diez por ciento del salario a los trabajadores cuando era Alcaldesa entre el 2013 y el 2015, y esos fondos eran entregados al Movimiento de Regeneración Nacional para que su principal líder tuviera la posibilidad de seguir haciendo esa campaña permanente que lo llevó al poder.
Por eso ahora asume la principal función de justificar cínicamente el corrupto comportamiento de sus principales y encumbrados colaboradores, que le ministraron enormes cantidades de dinero para su campaña permanente de muchos años.
Ni que decir de aquellos que en su injustificada mendicidad cometieron actos deleznables con tal de saciar sus extraviados aperitivos sexuales como es el caso de Pedro Salmerón.
Ojalá los mexicanos no olviden las complicidades presidenciales con los Carteles de Sinaloa y de Jalisco Nueva Generación que fueron sus principales impulsores al poder.
Pobre país con un mandatario Narco. Al tiempo