Por Jesús Arnulfo Ravelo.-
AUNQUE Andrés Manuel López Obrador insiste en que su gobierno es distinto a los anteriores, hay un tema en el que cada vez se parece más a varios de sus criticados antecesores: el opaco manejo de las cifras.
PARECE mentira que tantos años después no podamos saber exactamente cuántos muertos hubo en Tlatelolco en 1968, en el «Halconazo» de 1971 o en los sismos de 1985, datos que siguen envueltos en madejas de sospechosismo.
Y LA RAZÓN es que, durante años, la manipulación política de los datos sobre fallecimientos ha sido usada para que los hechos sean minimizados o exagerados a conveniencia de los gobernantes y candidatos en turno.
LO MISMO está ocurriendo ahora con las cifras de muertos por la epidemia de Covid-19 en México que evidentemente están siendo usadas por el gobierno no con el rigor científico que presumen, sino con una clara intencionalidad política.
¿SERÁ que en Palacio Nacional no se dan cuenta de que más allá de las grillas tener datos precisos y a tiempo es indispensable para que en el ámbito público y también en el privado se puedan tomar las decisiones que marcarán el éxito o el fracaso del país en los próximos años? Es pregunta que no pierde la cuenta.
ANTE los recientes recortes al presupuesto cultural hay quienes impulsan la idea de que el Festival Cervantino 2020 se haga con obras de teatro representadas por funcionarios públicos.
EL SUBSECRETARIO Hugo López-Gatell y sus muchachos de la conferencia de las 19:00 horas podrían montar la comedia de Molière “El Enfermo Imaginario” o “La Verdad Sospechosa” de Juan Ruiz de Alarcón.
¿QUÉ TAL acudir a Shakespeare y montar una versión actualizada de “Las Alegres Comadres de Twitter” con Irma Eréndira Sandoval, Rocío Nahle y Luisa María Alcalde en el elenco?.
Y NO PUEDEN faltar los monólogos como “Defendiendo al Cavernícola” con el gobernador de Puebla, Miguel Barbosa, y el clásico “Diario de un Loco”, que se podría representar de lunes a viernes en funciones tempraneras de las 7:00 horas y a veces hasta los fines de semana.
LA MÁXIMA “Sufragio efectivo, no reelección” se ha pervertido, ahora reza: “Sufragio en efectivo, sí reelección”.
TRAS DEJAR pasar seis años para elaborar las leyes correspondientes, los diputados quieren reelegirse el año entrante a partir de criterios fijados por el Instituto Nacional Electoral. Vamos, cumplir con la Constitución e incumplir con la ley. Ya argumentarán los legisladores que, si bien México no es un país de leyes, sí lo es de lineamientos, manuales…y arreglos.
GRAVE QUE LA NEGLIGENCIA de los legisladores se premie con su posible reelección inmediata, peor que el órgano electoral se preste a ese juego y se exponga, así, a pagar los platos rotos por el Legislativo. El Instituto no acaba de frenar la coacción y la compra del voto ni de fiscalizar bien el gasto de los partidos y, sin embargo, se aventura a regular la reelección de legisladores y alcaldes con simples criterios que, sin duda, lo harán presa de pleitos y litigios que terminarán por debilitarlo, en vez de fortalecerlo en un momento crucial de la democracia mexicana.
DE AHÍ, la importancia de postergar la reelección prevista para el año entrante; castigar, así, la negligencia de los legisladores y reivindicar en sus términos, por lo pronto, el “sufragio efectivo y la no reelección”.
El semanario de Coahuila

